BUENAS MANERAS
DEL ASEO EN GENERAL, EN LA PERSONA, EN NUESTROS VESTIDOS Y PARA CON LOS DEMAS.
Lady Paola Mora Vega
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Diana Giselle Gil Torres
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Magda Farina Ballesteros Serrano
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Del Aseo en General:
El aseo es una gran base de estimación social, porque comunica a todo nuestro exterior un atractivo irresistible, y porque anuncia en nosotros una multitud de buenas cualidades de que la pulcritud es un signo casi siempre infalible. Contribuye poderosamente a la conservación de la salud, porque mantiene siempre en estado de pureza el aire que respiramos, y porque despojamos nuestro cutis de toda parte extraña que embarace la transpiración, favorece la evaporación de los malos humores, causa y fomento de un gran número de nuestras enfermedades.
Nada hay, por otra parte, que comunique mayor grado de belleza y elegancia a cuanto nos concierne, que el aseo y la limpieza Nuestras personas, nuestros vestidos y todos nuestros actos, se hacen siempre agradables a los que nos rodean, y nos atraen su estimación y aun su cariño, cuando todo lo encuentra presidido por ese espíritu de pulcritud que la misma naturaleza ha querido imprimir en nuestras costumbres, para ahorrarnos sensaciones ingratas y proporcionarnos goces y placeres.
Los hábitos del aseo revelan además hábitos de orden, de exactitud y de método en los demás actos de la vida; porque no puede suponerse que se practiquen diariamente las operaciones que son indispensables para llenar todas las condiciones del aseo, las cuales requieren cierto orden y método y una juiciosa economía de tiempo, sin que exista una disposición constante a proceder de la misma manera en todo lo demás.
Del Aseo en Nuestra Persona:
El aseo en nuestra persona debe hacer un papel importante en nuestras diarias ocupaciones; y nunca dejaremos de destinarle la suma de tiempo que nos reclame, por grande que sea la entidad y el número de los negocios a que vivamos consagrados.
Antes de acostarnos debemos asear nuestro cuerpo no sólo por la satisfacción que produce la propia limpieza, sino a fin de estar decentemente prevenidos para cualquier accidente que pueda ocurrirnos en medio de la noche. Esto mismo haremos al levantarnos asearemos nuestro cuerpo todavía más cuidadosamente que al acostarnos.
El baño diario es imprescindible para conservar una limpieza perfecta. El baño se suprimirá sólo en caso de enfermedades y por decreto médico, en cuyo caso éste indicará en qué forma se hará el aseo. El lavado de nuestra cara debemos repetirla por lo menos una vez al día y en casos extraordinarios en que la necesidad así lo exija.
Un buen desodorante en las axilas después del baño diario es imprescindible para todo ser humano que no sea un niño. Esta es una regla inflexible para toda persona que no quiera ofender a sus semejantes.
No nos limitemos a peinar nuestro cabellos solo por la mañana, sino que lo haremos además todas las veces que advirtamos no tenerlo completamente arreglado.
Al acto de levantarnos debemos lavarnos la boca y limpiar escrupulosamente nuestra dentadura interior y exteriormente. Los cuidados que empleemos en el aseo de la boca, jamás serán excesivos.
Después que nos levantemos de la mesa siempre que hayamos comido algo, debemos limpiar cuidadosamente nuestra dentadura; pero siempre a solas. No hay espectáculo más feo, aun para las personas más íntimas, que el uso de la seda dental, palillos o los dedos introducidos en la boca. Para eso existen las salas de baño, donde podremos asearnos a solas.
El que se afeita debe hacerlo, si es posible, hacerlo diariamente. En los hombres, un signo inequívoco de un descuido general en materia de aseo.
Nuestras manos sirven para casi todas las operaciones materiales de la vida, y son por lo tanto la parte del cuerpo que más expuesta se halla a perder su limpieza. Lavémoslas, pues, con frecuencia durante el día.
Los que fuman, deben procurar impedir que sus dedos tomen esa mancha de un feísimo amarillo subido que va formando el humo, la cual no sólo da a las manos un mal aspecto, sino un olor verdaderamente insoportable.
Las uñas deben recortarse cada vez que su crecimiento llegue al punto de oponerse al aseo; y en tanto que no se recorten, examínense a menudo, para limpiarlas en el momento en que hayan perdido su natural blancura.
Algunas personas suelen contraer el hábito de recortarse las uñas con los dientes, hasta el punto de hacerlo maquinalmente aun en medio de la sociedad. Envuelve una grave falta de aseo, por cuanto así se impregnan los dedos de la humedad de la boca.
Es según esto contrario al aseo y a la buena educación, el humedecerse los dedos en la boca para facilitar la vuelta de las hojas de un libro, la separación de varios papeles, o la distribución de los naipes en el juego.
Lo mismo debe decirse respecto de la costumbre de llevarse la mano a la boca al estornudar toser, etc. De esta manera se conseguirá, sin duda no molestar a las personas que están delante, pero la mano quedará necesariamente desaseada; y ambos males están evitados por medio del pañuelo, que es el único que debe emplearse en semejantes casos.
También son actos repulsivos e inciviles el eructar, el limpiarse los labios con las manos después de haber escupido, no es más que un mal hábito que jamás se verá entre las personas verdaderamente cultas. El que se ve en la desgraciada necesidad de eructar, debe proceder de una manera tan cauta y delicada, que las personas que están delante no lleguen nunca a percibirlo.
Los vellos que nacen en la parte interior de la nariz deben recortarse cada vez que crezcan hasta asomarse por defuera; y los que nacen en las orejas deben arrancarse desde el momento en que se hagan notables.
Jamás empleemos los dedos para limpiarnos los ojos, los oídos, los dientes, ni mucho menos las narices. La persona que tal hace excita un asco invencible en los demás, ¡y cuánta no será la mortificación de aquellos que se ven después en el caso de darle la mano!
No permitamos nunca que el sudor de nuestro rostro se eche de ver por los demás; enjuguémoslo constantemente con el pañuelo.
Del aseo en nuestros vestidos:
La limpieza en los vestidos no es la única condición que nos impone el aseo: es necesario que cuidemos además de no llevarlos rotos ni ajados.
La mayor o menor transpiración a que naturalmente estemos sujetos y aquella que nos produzcan nuestros ejercicios físicos, el clima en que vivamos y otras circunstancias que nos sean personales, nos servirán de gula para el cambio ordinario de nuestros vestidos, pero puede establecerse por regla general, que en ningún caso nos está permitido hacer este cambio menos de dos veces en la semana.
La falta de aseo en una pieza cualquiera del vestido, desluce todo su conjunto, y no por llevar algo limpio sobre el cuerpo, evitamos la mala impresión que necesariamente ha de causar lo que llevamos desaseado. Asimismo descuidan algunos la limpieza del calzado a pesar de depender de una operación tan poco costosa y de tan cortos momentos; y es necesario que pensemos que esta parte del vestido contribuye también a decidir del lucimiento de la persona.
Cuando por enfermedad u otro cualquier impedimento no hayamos podido limpiamos la cabeza cuidemos de que no aparezca sobre nuestros hombros la caspa que de ella suele desprenderse.
No es reprobable la costumbre de llevar los vestidos, y sobre todo los pañuelos, ligeramente impregnados de aguas olorosas; mas adviértase que el exceso en este punto es nocivo a la salud, y al mismo tiempo sucio para las personas con quienes estamos en contacto, especialmente cuando empleamos esencias o preparaciones almizcladas.
Del aseo para con los demás:
Jamás nos acerquemos tanto a la persona con quien hablamos, que llegue a percibir nuestro aliento; y seamos en esto muy cautos, pues muchas veces nos creemos a suficiente distancia del que nos oye, cuando realmente no lo estamos.
Cuando no estando solos, nos ocurra toser o estornudar, apliquemos el pañuelo a la boca, a fin de impedir que se impregne de nuestro aliento el aire que aspiran las personas que nos rodean; y aun volvámonos siempre a un lado, pues de ninguna manera está admitido ejecutar estos actos con el frente hacia nadie.
El acto amistoso de dar la mano al saludar, puede convertirse en una grave falta contra el aseo que debemos a los demás, si no observamos ciertos miramientos que a él están anexos, y de los cuales jamás prescinde el hombre delicado y culto.
En general, siempre que nos vemos en el caso de dar la mano, se supone que hemos de tenerla perfectamente aseada, por ser éste un acto de sociedad, y no sernos lícito presentarnos jamás delante de nadie sino en estado de limpieza.
Cuando por causa de algún ejercicio violento, o por la influencia del clima, o bien por vicio de nuestra propia naturaleza, nos encontremos transpirados, no alarguemos a nadie la mano sin enjugar la antes disimuladamente con un pañuelo. Las personas que con sus manos humedecen las ajenas, sin duda no conciben cuán ingrata es la sensación que producen.
Jamás brindemos a nadie comida ni bebida alguna que hayan tocado nuestros labios; ni platos u otros objetos de esta especie que hayamos usado; ni comida que hayamos tenido en nuestras manos, si se exceptúan las frutas, cuya corteza las defiende de todo contacto.
No ofrezcamos a nadie ninguna pieza de nuestros vestidos que hayamos usado, ni objeto alguno de los que tengamos destinados para el aseo de nuestra persona; y cuando nos veamos en el caso de ofrecer nuestra cama, cuidemos de vestirla enteramente de limpio.
También es impolítico el incitar a una persona a que guste o huela una cosa que haya de producirle una sensación ingrata al paladar o al olfato. Y téngase presente que desde el momento en que se rehúsa probar u oler algo, sea o no agradable por su naturaleza, ya toda insistencia es altamente contraria a la buena educación.
Si es un acto de desaseo el tomar en la boca la pluma de escribir de nuestro uso, con mayor razón lo será el hacer esto con la pluma del ajeno escritorio.
Por último, guardémonos de mezclar jamás en nuestra conversación palabras, alusiones o anécdotas que puedan inspirar asco a los demás, y de hacer relaciones de enfermedades o curaciones poco aseadas. La referencia a purgantes y vomitivos, y a sus efectos, está severamente prohibida en sociedad entre personas cultas.
SOCIALIZACION
DINAMICA “ALCANZAR UNA ESTRELLA”
Con respecto a la lectura del tema se realizó la dinámica alcanzar una estrella en donde se organizaron tres grupos, por cada ronda salió un representante el cual podía consultar con su grupo la respuesta de la pregunta que aparecía detrás de la estrella, al finalizar, hubo un empate en los grupos debido a la atención y el respeto brindado hacia la exposición del tema.
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